Muchas veces te decaes
por el desván de la vida, pero eso no es razón para perder las esperanzas de
vivir.
Mi nombre es
Elizabeth, pero todos me dicen Eli, Elisa o niña ven acá. Vivo en un país que
nadie conoce, solo yo. Tengo un amigo llamado árbol de los sueños, y vive en
una casa; una casa que encontré en un país que nadie conoce solo yo.
El veinticinco de marzo
de 1996, venía camino de la escuela, y siempre acostumbro a venir acompañada de
mi misma, pues en mi institución, tengo compañeros que solo se hilvanan falsos
sueños así mismos, y son seres plásticos, que creen ver más allá de lo que
deberían notar. Llegando a casa, vi a un niño en una esquina, quise preguntarle
qué rayos pasaba con él, pero luego pensé que era muy extraño que alguien se
pusiera a llorar en una esquina. Intenté acercarme a él, pero simplemente su
imagen comenzó a desaparecer, ya yo notaba algo raro. Más allá de las lágrimas
y lamentos de aquella falsa y vacía
imagen, encontré el lugar más hermoso de este ovalado mundo. Entre arbustos, vi
una casa, tan desagradable por fuera, que hasta al más valiente asustaría; por curiosidad, quise entrar, y
cuando lo hice, sentí el más grandioso y anhelante sentimiento, que cualquier
ser humano desearía sentir. Explorando la casa vi un árbol, era un árbol con
hojas, tronco y raíz, como todos, pero había algo en el, que la vista humana
jamás determinaría, y no sé que era, pero lo vi. El árbol, no se movía, ni
hablaba, simplemente, no hacia nada. Luego de observarlo y no ver nada me fui.
Al día siguiente volví a visitar aquella magnificadora casa, ya que allí sentía que era yo, Elizabeth.
Volví a visitar al
árbol, pero de nuevo vi la misma estatua que observé la primera vez, entonces
me di cuenta que algo tenía, pues él no se veía muy bien, por un momento pensé
que necesitaba algún conjuro mágico o algo así, pero luego di la vuelta y algo
en mi mente dijo regresa, y sentí algo en mi corazón que decía: Esta eres tú,
no te abandones. Regresé con los pelos en punta, no sabía cómo chingadas sentí
esa bendita sensación, lo único que sabía era que era buena, no mala. Al
voltearme, comencé a hablar con el árbol, pero ¿cómo?, No sabía, pero
simplemente yo lo escuchaba.
Pasaron los meses, y
seguía visitando al árbol, pero esta vez no con la misma monotonía, ahora el
estaba vivo, porque yo lo podía escuchar. El árbol nunca me dijo su nombre,
pues él me dijo que en realidad no era un árbol de madera y hojas, y mucho
menos, era un príncipe atrapado en él; me contó que eran sueños olvidados por
miedo a perder, por temor a decir que se piensa o que se siente, entonces me di
cuenta, que era yo ese árbol, pues mis sueños eran atrapados por el viento
todos los días, porque sólo hablaba con un árbol parlante, que me escuchaba,
pero no me enfrentaba, a los sueños y la realidad que vivía.
El árbol, nunca me
quiso decir su nombre, siempre lo desee saber, pero si lo sabía, no tenía el
mismo sentido saber quién era el árbol. Sabía que era yo, y que eran sueños
abandonados, esos sueños que todos dicen que no sirven, y en realidad esos son
los sueños que mas persisten en nuestra existencia.
Un día llegué a esa
casa, que era mi lugar especial, pero el señor árbol de los sueños, se había
marchado, no dejó ni son ni ton, pero me devolvió lo que había perdido, por miedo
a la opinión del público. Y entonces, fue allí cuando me di cuenta que caí en
una obsesión, una obsesión de mi misma, de mis sueños, de mis amigos y hasta de
mi comida, era esa obsesión de vivir la que tenía.
Soy yo ese país que
nadie conoce, soy yo quién decide si quiero hacer de mis sueños, espejismos
plásticos e innatos o sueños que son como el aire, que corren de un lado para
otro, sin rumbo fijo, porque solo eso son; sueños.
María Bertel.
Este cuento tiene un profundo valor emocional, no sólo expresa la forma en la cual muchas personas se encierran en sus pensamientos y dejan sueños atrás, sin saber que en realidad son ésos los sueños que vale la pena cumplir. En lo personal, me agradó mucho y felicito a la persona que escribió este cuento pero le digo que necesita de algunas correcciones ortográficas, no sé si de quienes publicaron el texto o de la que lo escribió.
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